Thursday, October 26, 2006

una labor escolar

Cuentan los ancianos, que sus abuelos les contaban historias en las noches de luna llena. Historias repletas de espantos y advertencias, que con el paso de los años han ido quedando gravadas para dar paso a las leyendas. En mi familia, una de las mas antiguas, mi abuela siente predilección por una a la que después de tanto relatarla solo ha sabido nombrarla de la búsqueda del tesoro.
La leyenda narra así:
Cuando el pueblo apenas se estaba formando y no tenia mayor extensión que un par de calles y muchas hectáreas de parcelas alrededor, un buen día, llego un hombre de aspecto enfermo y desaliñado. Este hombre se hospedo en una choza, propiedad del en aquel entonces mas pudiente terrateniente de la localidad. El hombre, que decía llamarse Raúl, dormía de día y salía de noche, a recorrer los montes que rodean al valle donde esta lo que ahora es la ciudad. Decía buscar un tesoro, y no tardaron en haber hombres en el pueblo, dispuestos a acompañarlo en la esperanza de poder quedarse con alguna parte del supuesto gran tesoro.
En esto transcurría la vida, cuando una mañana dos hombres regresaron sin el extranjero hablaban inocencias, balbuceaban sobre una atrocidad nunca antes vista, mientras temblaban y se sobresaltaban al menor ruido.
Para la tarde, cuando se habían serenado un poco, contaron que en un cruce de caminos mas halla del monte Azul, pasada la una de la mañana, vieron aparecer una joven novia, vestida de blanco, pero con una mancha roja obscura a la altura de su cuello, esta joven empezó a lanzar maldiciones en contra del extranjero, acusándolo de continuar con la codicia de aquellos que le habían dado muerte para obtener su tesoro. En ese momento quisieron correr, pero no pudieron; algo impedía incluso que gritaran. El espectro se acerco rápidamente al extranjero y se desvaneció con el, entonces fue que pudieron corres y así siguieron haciéndolo, andando sin rumbo, hasta que por fin dieron con el poblado.
El tema se discutió entre todos y se acordó que a la mañana siguiente se iría al lugar para buscar al forastero. Y así se hizo. En el lugar se encontró al hombre en una horca, colgado de un árbol y con el cuello cortado.
Como en el pueblo no había cementerio, se tomo la decisión de enterrarlo ahí mismo y así se hizo.
El tema se dio por concluido y nadie volvió a hablar de ello, hasta el año siguiente, cuando, cosa extraña, el viento que normalmente sopla en la región ceso, y un gran fuego se vio a lo lejos, en la dirección donde habían ocurrido las cosas el año anterior, justamente en esa fecha.
Nadie se atrevió a ir en ese momento, todos suponían algo macabro en esa noche.
Así que igual que el año anterior, esperaron a la mañana para ver lo que había ocurrido.
El mismo árbol del año anterior, lo encontraron completamente quemado y con una horca, de donde nuevamente colgaba el cuerpo del extranjero, todavía con el corte en el cuello.
Por aquellas fechas, recién había llegado un sacerdote al pueblo, el cual traía por misión establecer una iglesia en la localidad. Este, ordeno se bajara el cuerpo y se cortara el árbol, y ahí mismo, se ofrecieron servicios funerarios y se coloco una gran cruz. Muchos rezos fueron hechos por la salvación del alma de aquel hombre.
Desde entonces, se decidió que ahí seria el cementerio y el padre bendijo el terreno, para la salvación del las almas de los que ahí reposaran.
AL año siguiente, nada paso, pero otro año después, se volvió a ver aquel inmenso fuego, y otra ves cesaron los vientos de la región.
Nadie tuvo el valor de acercarse aquella noche. A la mañana siguiente fueron a revisar y no había rastro de lo ocurrido en la víspera.
Otros dos años transcurrieron sin novedad, y otro más, y otro más y al siguiente, nuevamente se vio el gran fuego y se dio el cese de los vientos.
Y así desde entonces no cada año y no después de un tiempo específico aparece aquel fuego y cesan los vientos. Unos hombres, que una noche de borrachera se armaron de valor para ir a esperar la aparición, cuentan que a la una de la mañana, cuando el viento ceso, vieron aparecer la imagen de aquel hombre e inmediatamente un fuego lo rodeo, un gran fuego que se alcanza a ver desde lo lejos en el valle, pero un fuego que no proyecta calor y en medio, el espectro se encuentra rogando perdón al alma de la joven que fue muerta por el tesoro que el buscaba, mientras sostiene entre sus brazos un vestido de novia ensangrentado. Y aun a la fecha, si uno espera ese día con paciencia, año tas año, un de esos años, puede observar a lo lejos aquel fuego levantarse desde el centro del antiguo cementerio donde, todavía, no encuentra reposo el alma de aquel hombre y seguramente tampoco, el alma de aquella joven.

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